Asimismo, los invertebrados marinos completan la cantidad total de microelementos esenciales como el mercurio, el cadmio, el selenio de vieiras y bogavantes que estimula el sistema inmune para combatir infecciones como la gripe. Por no hablar de sus múltiples proteínas de calidad empleadas para mantener y reparar los tejidos corporales, garantizar el crecimiento de cabello y uñas y contribuir a la producción de leche materna y el transporte de los nutrientes en sangre. Igualmente, ofrecen vitaminas –A y B3- amén de minerales como hierro, flúor y yodo, destacable este último en langostinos, cigalas y camarones pues interviene en el correcto funcionamiento de la tiroides.
GASOLINA CEREBRAL
Mención especial merece el zinc, particularmente abundante en las ostras y esencial para la actividad sexual, ya que contribuye a la lubricación femenina al tiempo que incrementa la libido masculina y contribuye a mantener la salud prostática. Los percebes, por su parte, son una buena fuente de magnesio, mientras que nécoras y centollos presentan ácido fólico. Además, todos en general, encierran niveles elevados de calcio crucial para los huesos, amén de otros nada desdeñables de potasio y también de fósforo conveniente para el sistema nervioso y la sangre, así como a la hora de asimilar proteínas, grasas y carbohidratos.
Los mariscos, por otro lado, suponen auténtica energía para el cerebro. De hecho, disminuye la fatiga intelectual al tiempo que fortalece la memoria y la concentración, mejora el desarrollo neurológico, protege contra el Alzheimer, dispone de un alto poder antioxidante y, gracias al triptófano, precursor metabólico de la serotonina, incrementa la autoestima. En conclusión, una dieta rica y variada donde no falte el marisquito nos proporcionará ingentes beneficios a medio y largo plazo. A corto, cómo no, disfrutamos su sabor. Y comprarlos congelados resulta comodísimo. ¿¡Qué más se puede pedir!?